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Peñarrubia el pueblo que desapareció bajo el agua

Desde pequeño escuché mil y una historias de Peñarrubia, el pueblo malagueño que fue abandonado por sus habitantes y sumergido bajo las aguas del pantano de Guadalteba.

Peñarrubia se encontraba muy cerca de Gobantes, conocida por su estación de ferrocarril, y entre las localidades de Teba, Campillos y Ardales, en el entorno de El Chorro y muy cerca del mundialmente conocido «Caminito del Rey».

Tras tener que salir de Peñarrubia de manera obligada una buena parte de sus habitantes se asentaron en la barriada malagueña de Santa Rosalía – Maqueda, en el distrito de Campanillas con el fin de comenzar una nueva vida.

Pantano-de-Penarrubia-02

Pues bien, a finales de la década de los 90, y coincidiendo con una de las mayores sequías que ha sufrido la Costa del Sol, nos llegaron rumores de que el pantano se había secado casi en su totalidad, y el pueblo había salido a la superficie, de manera que algunos conocidos ya habían conseguido acceder en sus todoterrenos a la zona.

Como la curiosidad mató al gato, y la palabra “barro” siempre ha sido un poderoso imán para nosotros, decidimos hacer una inspección del terreno, con el fin de levantar un road-book y realizar una ruta 4×4 por la zona para Revista Local 4×4, eso sí, siempre que las condiciones y el nivel del agua lo permitiesen, como así fue.

Según nos habían comentado no era tarea fácil, ya que aunque prácticamente no había agua, sí quedaban algunas zonas de barro, muy blando y profundo, formado por múltiples capas de sedimento, es decir, el típico fondo de los pantanos que parece no tener fin.

Con la idea de no movilizar mucho personal para evitar los problemas que conlleva tener que desplazar muchos vehículos, y más en este tipo de terreno, partimos con dos todoterrenos, mi buen y aventurero amigo, Daniel Escalona, con un Toyota LJ 70, con motor 2.5L Turbo, más conocido como “el Toyota Japonés”, por el origen de su mecánica, y yo con mi fiel Lada Niva con el que ya me había enfrentado alguna que otra vez a zonas pantanosas, y con el que, con más o menos trabajo, siempre había salido airoso.

Por razones de peso y agilidad, y de neumáticos, ya que recientemente había montado unos flamantes BF Goodrich All Terrain que había que poner a prueba, el Lada Niva era el que iba abriendo ruta, confiados en que en el momento en que me atascase, algo que teníamos asumido desde el primer momento que ocurriría, el Toyota con su mayor peso y potencia sacaría con más facilidad el vehículo de origen ruso de cualquier atasco, mientras que en el caso contrario no me resultaría tan fácil la tarea.

Y la verdad es que los pronósticos se cumplieron, y aunque no tuvimos demasiados problemas para acceder a la zona, ya que encontramos un camino con suelo de piedras bastante firme y compacto, a la vuelta, posiblemente por exceso de confianza, o para evitar que la jornada resultase muy aburrida, me acerqué demasiado a la zona inundada y como era de esperar terminé atrapado en un profundo barrizal, de esos que no ves hasta que el vehículo está completamente hundido y hagas lo que hagas estás sin opciones.

Por suerte el Toyota cumplió con su función, y a base de tirones, ya que no llevábamos más equipo de rescate (sí, cosas de novatos a estas alturas) consiguió sacarme sin demasiados problemas, aunque eso sí, al rato tuvimos que parar y desmontar las ruedas delanteras del Lada Niva, ya que tenían tanto barro acumulado que no podía girar la dirección, así que con la ayuda de una pala y con un poco de paciencia conseguimos liberar los elementos mecánicos y continuar el camino sin más incidencias, disfrutando de las zonas de barro que nos fuimos encontrando hasta llegar a la carretera.

En lo que respecta a la ruta, la sensación de andar por un pueblo fantasma es realmente impresionante, pensar que por esas calles jugaban los niños y estaban llenas de vida es algo que nunca olvidaré. En ese momento, salvo algunas paredes de casas y la iglesia, que estaba prácticamente intacta, en especial el campanario, no quedaba mucho, sólo un laberinto de piedras amontonadas que indicaban con bastante exactitud las medidas y dimensiones que en su día tuvo la localidad.

Como era de esperar la sequía pasó, volvieron las lluvias, y el pueblo volvió a inundarse, desapareciendo nuevamente bajo las aguas del pantano, y sólo quedando visible la torre de la iglesia, bajo la cual nosotros habíamos pasado.

Con el paso de los años leí en la prensa que el último vestigio de Peñarrubia, el pueblo cubierto por las aguas de un pantano, la torre de la iglesia, había sido demolida «para evitar accidentes», sí, esas cosas que cuesta entender.

De alguna manera me sentí muy triste, como si una parte de la historia, que se negaba a desaparecer, con el paso del tiempo se hubiese rendido y hubiese sucumbido.

De esa experiencia, sólo me quedan algunas fotos, y esta historia, que en su momento tuvo su espacio en Revista Local 4×4 en forma de libro de ruta, y que ahora, después de tanto tiempo, aprovecho para compartir con vosotros y en espera de que con el paso del tiempo, y desde el Club Local 4×4, podamos volver a repetir.

Si visitas la zona y te quieres alojar picha aquí.

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